Antemorfosis
Lo único que permanece constante es el cambio, el cambio en todo y para todos, un cambio subyacente y subjetivo a las formas del que no hay manera de escapar. Tomemos una mariposa. La especie de mariposa más longeva vive nueve meses, la más efímera una semana, e incluso ella transcurre sus despertares y sus finales de día de forma diferente, siente las grietas en sus alas al llegar el fin, y el próximo lunes que nunca será. Pero tomemos una mariposa de nueve meses. En nueve meses entran tres estaciones diferentes. En nueve meses se gesta y nace un bebé humano. Nueve meses se estudia, y tres no. En nueve meses se vive y se muere. Veamos como la mariposa se desvive en esas tres estaciones, jamás llegará a ver una cuarta, no sabe que existe una cuarta. Nacerá en verano, con la visión de lo pleno, del calor cumbre que la impulsa a volar más, mayores distancias, mayor rapidez, para refrescarse y a la vez empaparse con la veracidad de lo vivo. Se amparará en la sombra de las flores a las que pensará eternas, todavía no es consciente que tanto flores como mariposas crecen y se marchitan, siempre ha sido verano desde que tiene memoria. De a poco la temperatura irá descendiendo, y ella notará esto antes que cualquier humano, antes que cualquier termostato, porque el clima se vive diferente cuando solo quedan seis meses de vida y las alas comienzan a pesar por algún motivo. Notará cómo los árboles que solía recorrer se desvisten una rama a la vez, cómo las hojas parecieran atrapar los rayos de la estación anterior y volverse doradas y naranjas, pero en lugar de ascender al cielo caen a tierra. Las flores van también de a poco cediendo, y la mariposa ya no puede buscar sombra en ellas, primero por la falta de pétalos, y segundo porque el calor ya no requiere de un fresco contraparte. Ella verá todo esto, y se entristecerá con la certeza de que estaba viviendo de tiempo robado, que sus alas no son más que pequeños milagros limitados. Ella verá esto, y decidirá retirarse a una cueva a pasar sus meses finales, donde tanto insectos como humanos puedan, ahora sí, sentir el cambio de temperatura, sentir el frío. La mariposa estará retraída al fondo de su refugio, agotada y consciente de sí misma, serán tan lejanos esos primeros tres meses de calor, que no fueron más que seis meses atrás. Pero seis meses son una vida, y nueve una muerte. Ahora ya ni siquiera habrá vestigios de sol dorado que cubran el piso, y las ramas desprovistas de follaje dejarán pasar las nubes y la nieve, un paisaje hostil donde sus alas ya no la sostienen y se llenan de grietas, donde pensará en las flores y dirá "ojalá se hubieran quedado". Su sangre antigua y el latir de sus antenas le dejarán saber que ha llegado el momento, por lo que la mariposa se dará vuelta (ahí están sus últimas fuerzas, el reflejo del reflejo de su vuelo veraniego) para dejarse ir, para formar un nuevo capullo, de donde vino volverá, porque cenizas a las cenizas, polvo al polvo, y alas agrietadas a alas agrietadas. La mariposa se cerrará en sí misma, encerrándose en su final; nunca sabrá de la existencia de una cuarta estación, de una primavera que hace renacer las flores sombreadas y predice la llegada de una calidez dulce como el néctar, del alivio de lo nuevo y del cambio para bien que se recibe con los brazos abiertos, alas abiertas, de otros tres meses en los que ella podría haber sido.
Impresionante e inquietante relato que escribís con ese estilo pleno de poesía aunque se trate de la prosa
ResponderBorrarPaloma escribís con genialidad y con una emotividad tal que al lector lo haces estremecer
Te felicito ❤️❤️