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Mostrando las entradas de mayo, 2017

Ruidos A Medianoche

Siempre viví rodeada de ruidos. Al crecer en la casa familiar, el incesante caminar de mi perro por las noches sobre el suelo de madera me aseguraba que la idiosincrasia nocturna permanecía imperturbable; por el contrario, era el cese de su cuadrúpedo andar al que debía estar atenta Cuando mis padres se separaron y mi tiempo se vio dividido entre la incómoda rutina de cambiar de residencia semanalmente, encontré que me tranquilizaba el zumbido del ascensor, cuando sus poleas lo hacían subir y bajar de forma impredecible a la madrugada. Había para mi cierto confort arrullador en la actividad de escuchar, y en los frutos que tal actividad me daba. La idea del vacío, de ausencia de sonido, me provocaba una sensación hueca, de abismal caída. Debido a todo esto, lo primero que hice cuando me mudé sola a un estudio un tanto apartado, fue comprarme un perro. Era el arquetipo canino: raza indefinida, pelaje de tonalidades marrones, altura de mesa ratona y ojos que solo servían para trasmitir ...

A Primera Hora

De un sueño sin sueños, así me desperté. Abrí los ojos y me reconocí, me sentí en mí, a mí y a mi cuerpo. Y de repente estaba cansada de vuelta. Había llorado la noche anterior, ya no me acordaba por qué, si lo mismo de siempre o algo nuevo, pero al despertar mis ojos se encontraban hinchados, y mi piel tenía la suavidad lijada que dejan las lágrimas. Solían gustarme las mañanas, cuando el día todavía no había comenzado, aún no había pasado nada que activase la rueda de hámster diaria en la que se había convertido la vida, y las veinticuatro horas se extendían impolutas y llenas de posibilidades. Ahora, en cambio, parecía el inicio de una sentencia de muerte. Ya sabía que el final era malo. Soy, por regla general, una persona bastante triste. Di vueltas en la cama, no queriendo levantarme; quizás podía volver a dormir, extender un poco mi momento de inconsciencia permitido. Pero esa molestia permanente que me tiraba afuera y abajo, ese piqueteo constante dentro de mí que no me p...

EDÉN

Me enseñaste Que todo está prohibido Porque todo tienta, Voz reptante. Y estos ojos vacíos  Y este dolor en llamas Y esta envenenada condena No eran tu Caos. Me abriste Cuando me hablaste las palabras malditas En un jardín donde las flores Nacen de muertos. Los cantos ya no alcanzan. Y por Dios Que en este Limbo Te libero.