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Mostrando las entradas de abril, 2017

(Sin Título)

Aunque me gusta más el color De las hojas de otoño caídas Como de fuego interno  Sé que soy Más bonita en invierno Cuando bailo con las ramas De los árboles desnudos Y puedo respirar Cuando estoy sola Ante e sa tristeza mañanera color sepia Que me dice que estoy viva.   Y qué hermoso es Cuando me abrazo el alma En lágrimas. 

Arquetipos Nocturnos

Me encuentro nuevamente en una de esas situaciones en las que no sé muy bien cómo terminé. No es que me desagrada, no exactamente, pero me llena de este sentimiento reiterativo para conmigo misma, donde me regaño por no estar disfrutando a pleno, por caer en este arquetipo que odio; y me enojo con los demás, porque si no estoy disfrutando, es en realidad por ellos; entonces vuelvo a criticarme a mí, que ya sin arquetipo ni glorificación, soy socialmente incapaz de establecer una conversación. Después vuelvo a culpar a los que me rodean, porque no me puedo pelear con la única persona del lugar que me cae bien. Estoy en una fiesta, en una casa que sería imponente si la pileta no estuviera llena de flotadores de Gancia, o los amplios cuartos no estuvieran aromatizados con olor a vodka, un gusto tan refinado. Pero no,  yo no estoy en la fiesta, estoy en uno de los sillones dispuestos en el jardín, el evento es sólo una excusa para estar ahí sentada, quejándome, porque sí, porque puedo....

EN CLASE

Mi profesor se ríe, Y me pregunta Qué les haré a los hombres con estas manos. Y quiero llorar Y gritarle Que mis manos no son un consolador para su burla. Que con estas manos escribo, Que estos puños se alzan Para festejar mi propia fuerza. Que estas manos pueden ser hermosas, O letales. Que acompañan un aplauso, O una protesta. Manos Que al ser tomadas por un juguete sexual Pueden cortar palabras en el aire.

Donde las Arañas van a Morir

Por lo general, las pesadillas involucran a alguien corriendo, huyendo de algo. En esta, sin embargo, era todo lo contrario. Ella estaba paralizada, ya sea por miedo, resignación, o invisibles ataduras, otro instrumento de tortura que el sueño le aplicaba. Más tarde al despertar, recordaría la angustia real, sentiría aún los vellos erizados, la opresión todavía presente en el pecho. En ese momento, en esa posición incapacitada y en la completa oscuridad, vio con horror incomparable como una horda de bichos se aproximaba hacia donde estaba. Lentos, reptantes, sin apuros, saboreando el miedo que emanaba su víctima; sabían que no podría escapar. Los había de todo tipo: arañas, cucarachas, escarabajos, gusanos, y hasta algunos ficticios que contaban con tentáculos.  Avanzaban produciendo un ruido que no fue capaz de olvidar ni siquiera una vez que estuvo despierta, amparada por los rayos solares, lejos de toda pesadilla. Sonaban como un millar de maracas, que contrariamente a ser fe...