Por lo general, las pesadillas involucran a alguien corriendo, huyendo de algo. En esta, sin embargo, era todo lo contrario. Ella estaba paralizada, ya sea por miedo, resignación, o invisibles ataduras, otro instrumento de tortura que el sueño le aplicaba. Más tarde al despertar, recordaría la angustia real, sentiría aún los vellos erizados, la opresión todavía presente en el pecho. En ese momento, en esa posición incapacitada y en la completa oscuridad, vio con horror incomparable como una horda de bichos se aproximaba hacia donde estaba. Lentos, reptantes, sin apuros, saboreando el miedo que emanaba su víctima; sabían que no podría escapar. Los había de todo tipo: arañas, cucarachas, escarabajos, gusanos, y hasta algunos ficticios que contaban con tentáculos. Avanzaban produciendo un ruido que no fue capaz de olvidar ni siquiera una vez que estuvo despierta, amparada por los rayos solares, lejos de toda pesadilla. Sonaban como un millar de maracas, que contrariamente a ser fe...